LA DISTANCIA QUE NOS SEPARA
Cualquiera podría pensar que se trata de una nota cargada de
nostalgia por la lejanía de algún amor. Pero no, la nostalgia es por
múltiples razones colectivas que incitan en esta ocasión a referirme a
la distancia que nos separa de la democracia.
Quizás vuelva sobre ideas escritas en otras ocasiones, sobre
planteamientos formulados en diversos escenarios, sobre obviedades que,
reconocidas como tal, han sufrido de la subestimación por la
persistencia de intereses de distinto tipo, contrarios al de salir del
oprobioso régimen venezolano, ajenos al de colocarse a la altura de la
circunstancia que demanda el momento histórico.
¿Cuál es la naturaleza del régimen que enfrentamos? ¿Cómo se
caracteriza al mismo? Estas interrogantes siguen sin respuesta
consensuada para la oposición venezolana, no obstante lo contenido en el
Informe Hospedales elaborado por encargo de la MUD en
el 2012. De esta manera, una oposición en la que hay socialcristianos,
socialdemócratas, liberales, conservadores, bolivarianos, nacionalistas,
marxistas, marxistas leninistas, conversos y reconversos de todo tipo,
es natural que tenga diversas interpretaciones acerca de la naturaleza y
caracterización del régimen, más cuando median posiciones emocionales,
idealistas, metafísicas y hasta científicas, que se manifiestan en el
señalamiento de si es dictadura o no, de si es socialista o comunista,
si es fascista, si es militarista y despótico, si es una oclocracia, si
es demócrata o neoliberal, en fin, caracterización en la que la
propaganda oficial y el idealismo prevaleciente en buena parte de la
dirigencia opositora contribuye a generar confusión.
Resolver estas interrogantes es un paso fundamental para que cualquier iniciativa unitaria pueda definir una estrategia igualmente unitaria para enfrentar y derrotar al régimen. De lo contrario seguirán prevaleciendo las contradicciones, en un contexto en el que la inminencia de una nueva rebelión popular marca la cotidianidad y para cuyo momento se requiere de una dirección política capaz de convertirse en vanguardia que conduzca el descontento hacia el cambio político.
¿Unidad electoral? ¿Unidad para resistir? ¿Unidad política? Otro
aspecto fundamental es la edificación de una UNIDAD POLÍTICA (en
mayúscula) que, entendiendo la naturaleza del régimen al que se adversa,
comprenda que la política es mucho más que elecciones, que la política supone la consideración de diversas formas de lucha en las que protesta no sólo es un derecho sino una herramienta para la agitación y la organización, en la que la resistencia
frente a la opresión adquiere diversos matices, y en la que una
correcta combinación de todas ellas ha de servir para contribuir a la
pronta salida del régimen. Se trata pues de luchar en todos los terrenos (y
de unir a quienes luchan en cada uno de ellos), como corresponde a una
verdadera dirección política comprometida con el cambio político urgente
en Venezuela.
Caracterizado el régimen, definida una estrategia y conformada una amplia y democrática unidad política, una unidad superior
como la que definiera Bandera Roja en el 2011 y que se ha vuelto un
reclamo colectivo, es preciso resolver dos aspectos: a) El programa
mínimo de unidad, y; b) Las formas de organización y protagonismo
ciudadano.
Sobre el primero es tiempo ya de que la oposición venezolana presente
un programa de unidad y reconstrucción nacional, que resuma las
aspiraciones mínimas sobre las que hay coincidencia en cuanto a derechos
democráticos, ética en el ejercicio de la función pública y desarrollo
del aparato productivo y que se acompañe, además, con un conjunto de
medidas de emergencia para dar respuesta a la crisis humanitaria que
azota a toda la población. Este programa ha de convertirse en
compromiso nacional, en palanca para el progreso y bienestar de los
venezolanos.
Con respecto a las formas de organización y protagonismo ciudadano, es el momento del protagonismo del pueblo,
del protagonismo ciudadano, no de la lucha por la hegemonía partidista.
Es en el pueblo, en su inconmensurable fuerza, que descansa la
posibilidad cierta para salir de este régimen, en su capacidad de movilización y presión ciudadana. Para ello es fundamental organizarlo en asambleas ciudadanas,
en comités por el rescate de la democracia, en frentes y en cualquier
otra expresión de organización de base y participación, que reivindique
el ejercicio y el control democrático, asegurando que su presencia sirva
de garantía para que el rumbo del cambio que habrá de venir sirva para
que Venezuela y las grandes mayorías superen con creces las condiciones
de atraso e ignominia a la que hoy está sometida.
La lucha no puede detenerse para atender estos asuntos, pero estos
asuntos no pueden seguir siendo postergados de manera irresponsable. El
momento es ahora. Es tiempo de que la conciencia y la disposición se
sobrepongan a las nimiedades y abracen a la historia patria.
Preparémonos para borrar la distancia que nos separa de la democracia.
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