Cuentos Lúgubres

La estadía en predios de la muerte es de lo más espeluznante. Ahi sólo hay oscuridad y un tráfico congestionado, igualito que aqui..., también hay colas, diligencias, caras apesadumbradas, tristes, alegres también, llantos y risas, aunque usted no lo crea. Por fin se acabo ese peo..., murmura uno u otra, vaya rollo con eso del enfoque de género, suspira otro sin (perdón u otra) sin saber que hacer, pero la vaina es fea.

No importa si ella es física o espiritual, muerte es muerte, y en ella hasta las estrellas sufren los apagones, apagones perennes, permanentes, ni la luna aparece, esa lunita..., esa misma, si esa que ha de iluminar las noches lúgubres, las noches que cubren los días..., la estadia en ella es de lo más espeluznante, porque es la acumulación de tristezas, adquiridas o regaladas, pero tristezas al fin..., que matan poco a poco los globulos de alegría y de vida, los globulos de ilusión que te mueven en la vida, los globulos que te mantienen en movimiento, en actividad.

Es de lo más espeluznante sentir que te velan, no que te vigilan ni que cual perro esperan un trozo de lo que comes, sino que te velan de velar un cuerpo inerte, digno de grabarlo, aunque siempre queda en la memoria, ese disco duro que todo lo retiene (cuando sirve) y que todo lo asocia, para bien o para mal.

Pero, la vida ha de sobreponerse frente a todos los avatares y salir airosa aún en la mayor de las dificultades, pues sólo ella da esperanzas de ver el sol resplandecer, las estrellas iluminar la noche y a la luna reinar para todos.

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