LA MEJOR CONSTITUCIÓN DEL MUNDO

Casi que de la bolita del mundo, como dirían en el país de al lado. Así fue proclamada la bolivariana como la mejor constitución del mundo, devenida luego en bicha y convertida en un ataúd de letras muertas como sus antecesoras. Diez años se cumplió esta semana de su aprobación y diez años también de la tragedia de Vargas, suceso que la acompañará hasta que la memoria colectiva fenezca, cosa difícil.
Defendida a ultranza por sus promotores, especialmente en sus inicios, así como hoy día por muchos de quienes otrora la adversaron, ha sido presentada como una de las más avanzadas, sobre todo en materia de derechos sociales y de participación ciudadana. Sin embargo, la realidad es que la constitución profundiza las políticas de carácter neoliberal que lesionan los intereses patrios, en tanto favorece la disminución de las áreas económicas que puede reservarse al Estado y establece la igualdad de oportunidades entre las empresas nacionales y extranjeras que, en el marco de la división internacional del trabajo y en el escenario competitivo internacional, sólo sirve para favorece a las empresas foráneas, no en balde la explotación de rubros estratégicos está en manos de muchas de ellas.
Pero, igualmente se antojaba como una constitución orientada a la conculcación de los derechos laborales y humanos, en tanto se establecen limitaciones o se mediatizan derechos como el de la salud y educación, así como el de huelga y libertad de expresión, fundamentalmente. A esto habría que agregar el excesivo presidencialismo evidenciado en la cantidad de atribuciones que se le confieren a esa figura, entre ellos los relativos a los ascensos militares, en lo que se configuraba como el ejercicio de gobierno basado en el centralismo y en la autocracia.
De manera que, aun bajo el supuesto de la entrada en vigencia de una república participativa y protagónica; revolucionaria o progresista para muchos, la constitución sirvió para reforzar la naturaleza neoliberal de los gobiernos predecesores, para avanzar en el desconocimiento de derechos como el de huelga o libertad de expresión, así como para configurar un régimen autocrático y déspota como el que hoy día tenemos.
A pesar de todo ello, la mejor constitución del mundo, ya es simplemente una bicha que huele a azufre, insuficiente para los propósitos que tiene el yo supremo de eternizarse en el poder, de allí que se haya intentado reformarla y que, de hecho, se aprobaran leyes para avanzar en el establecimiento de un régimen militarista y despótico.
Sobre la bicha pende la amenaza de reformarla, oficialmente, en el futuro inmediato, especialmente para adecuarla a la nueva geometría del poder que se plantea el régimen, en la que gobernaciones, alcaldías y juntas parroquiales serían irrelevantes, así como ajustarla a la naturaleza centralizadora de todo gobierno militarista y, también, para darle piso legal a la eternización en el poder del mismísimo.
La mejor constitución del mundo, incluida la bolita también, nació en medio de una tragedia; la de Vargas, entidad que sigue hoy día esperando la concreción de las promesas que para entonces se hicieron, en lo que ha sido una de las mayores expresiones del fracaso de gestión de gobierno alguno que, sin embargo, pareciera aprestarse a impulsar una reforma constitucional que, en el fondo, busca evitar la derrota que se le avecina en las elecciones para la Asamblea Nacional.

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