EL ACELERADOR

El acelerador de las iniciativas políticas ha sido apretado de manera significativa en los últimos días. El régimen ya venía avanzando en una carera desbocada desde hace un poco más de tiempo, validos del control absoluto que tiene de los poderes públicos, así como de la utilización del Estado como su herramienta político-partidista, se decidió a apretar el acelerador para adecuar el ordenamiento jurídico a la naturaleza centralizadora, controladora y autoritaria que le es propia, así como a dejar de lado las formas para criminalizar la protesta e inventar delitos para encarcelar a la dirigencia opositora.
En medio del inobjetable fracaso gubernamental, evidenciado en la declaración de la emergencia en materia de salud; la admisión de que más de 2000 módulos de barrio adentro no disponen de médicos ni insumos, en el anuncio de 50 “medidas económicas” para reimpulsar los programas sociales (especialmente de cara a las venideras elecciones), así como el desmantelamiento del aparato agro productivo nacional y el afianzamiento de la economía de puertos, entre otras cosas, las acciones dirigidas a criminalizar la protesta tienen un claro propósito; intimidar a los ciudadanos, intimidar a quienes se oponen al régimen, intimidar a quienes disientan.
En este último propósito, como lo señalaba, el régimen ha perdido hasta el pudor por cuidar las formas, por asegurarse que los procedimientos se ajusten al menguado estado de derecho, y, por lo que es más escandaloso, asegurarse que las imputaciones que se hacen a los opositores se fundamenten en delitos creíbles, en delitos de verdad verdad. Eso no importa, lo que vale es cumplir las órdenes del yo supremo, pues “camaradas” sobran en las patrullas judiciales que sean capaces de inmolarse por preservar el reconocimiento y los privilegios que les deparan tales acciones.
Así pues, se hizo de Julio una víctima de este proceso, un nuevo preso político del régimen, dándole un trato que, además de ser violatorio del ordenamiento jurídico vigente, así como de los más elementales procedimientos judiciales, se le expuso al escarnio público y hasta se le invadió la privacidad con toda la saña impropia de quienes dicen ser revolucionarios o, más bien, con toda la saña propia del socialfascismo. Con esta sí que los ca… asustamos…, creyeron.
El malestar acumulado por el estrepitoso fracaso gubernamental, por las promesas incumplidas, por la sistemática violación de los derechos constitucionales, por el atropello y la burla de los personeros oficiales, hasta ahora, para pesar del régimen, ha podido más que las medidas intimidatorias y es que, es imposible frenar el creciente malestar social que anida en el pueblo, y, en este caso, ha sido el movimiento estudiantil liderado por las fuerzas democráticas quienes han asumido, nuevamente, la vanguardia de la lucha política.
La huelga de hambre iniciada por la dirigencia estudiantil, a la que se sumaron diversos sectores sociales a nivel nacional, cobró su primer éxito: la libertad de Julio Rivas, que parecía ser el objetivo fundamental. Y, mientras escribo esto, anuncian haber logrado el otro objetivo, que era llamar la atención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH para que ésta envíe una comisión a Venezuela para constatar la situación de los perseguidos y presos políticos.
La utilidad de este tipo de acción; la huelga de hambre, ha quedado demostrada una vez más. Pero, se requiere mucho más que acciones de este tipo, y de la vanguardia estudiantil, para producir los cambios que la patria demanda, siendo aquí necesario que la dirigencia política se ponga al frente de las luchas, le dé direccionalidad a las mismas, insertándolas en un conjunto de iniciativas que tengan como norte establecer una nueva mayoría en el país, capaz de restituir el estado de derecho y de avanzar en la reconstrucción del país, para cuyos efectos la unidad democrática nacional ha de afianzarse y conquistar las venideras elecciones.
Este sábado, se anuncia una marcha nacional que ha de servir para afianzar la confianza popular en la protesta como mecanismo de unificación de fuerzas y, también, de construcción de una Venezuela Alternativa. Evitar caer en la tentación de pisar más el acelerador, de caer en las provocaciones del régimen, es tarea fundamental para que sigamos avanzando en la construcción de una Venezuela democrática y popular.

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