UNIDAD PARA GANAR

Se soltaron los caballos y parecieran andar desbocados en la búsqueda del favor “popular” para hacerse de las candidaturas como concejales y diputados, tanto entre los partidarios del régimen, como entre quienes le adversan. Alrededor de este tema mucho de todo se ha escuchado y leído en los últimos días, pues es innegable que en la dinámica política el hecho electoral ocupa un lugar relevante.
De lo que ocurra entre los partidarios del régimen despótico no me ocuparé en este espacio, aunque sólo me atreveré a asegurar que allí se impondrá la democracia participativa, ejercida por el único protagonista, quien finalmente participará quienes serán los ungidos con la autócrata bendición.
Es necesario partir de la reiteración de la necesidad de valorar el momento histórico que vive la nación, caracterizada por la existencia de un régimen despótico que ha hecho de la violación del estado de derecho un hecho común, de la corrupción y el abuso de poder su carta de presentación y de la ineficiencia en la solución de los problemas nacionales su estandarte, que ha minado la autonomía de los poderes públicos, quienes hoy día sostienen una relación de sumisión frente al régimen, y que avanza en una política represiva para ocultar su estruendoso fracaso. Un régimen que no tiene empacho alguno para buscar las formas que le aseguren su perpetuación en el poder. En medio de ello hay una población enardecida que, de manera sistemática, ha venido encontrando formas para expresar su descontento y que está a la espera de una alternativa de gobierno que le permita recobrar la confianza en el ejercicio del gobierno.
Se trata entonces no de competir, en un escenario electoral normal, contra un partido político respetuoso de las reglas del juego y de la democracia, sino contra el Estado devenido en partido político del régimen despótico, con todos los recursos que tiene a su disposición; financieros, materiales y humanos, en términos generales, y también con las fuerzas armadas a su disposición. Un adversario, sin lugar a dudas, poderoso y, también, con una influencia significativa en una porción elevada del electorado venezolano, aunque con una marcada tendencia al descenso.
Frente a esta realidad, la alternativa que tienen las fuerzas democráticas, para revertir el avance del régimen despótico hacia estadios mayores de fascismo, es la de la unidad, es la del establecimiento de una coalición electoral en la que todas las fuerzas políticas presenten los mismos candidatos, cosa distinta a eso que algunos han dado en llamar la tarjeta única y a la que, difícilmente, pueda llegarse.
Si existe el convencimiento de que la unidad es necesaria para vencer al Estado psuvista, pues el trabajo en esa dirección no ha de detenerse y, más bien, hay que recrear las condiciones para que ellos sea posible, poniendo el énfasis en los asuntos relevantes o estratégicos y no en los subalternos. De allí que lo fundamental, insisto, es acordarse alrededor de un Programa Alternativo de Cambio, de un Plan de Luchas y de Candidaturas Únicas, desechando la puja por el protagonismo frente a los medios o el afán de poner el acento en disputas o rencillas pasadas.
El Programa Alternativo de Cambio ha de ser la carta de presentación de las fuerzas democráticas, como expresión de las necesidades más sentidas de los venezolanos (falconianos en este caso), que evidencie las propuestas de cambio democrático y popular que se ofrece al electorado, mientras que el Plan de Luchas debe permitir insertar a la vanguardia política democrática en la dinámica de los conflictos sociales que, a diario, se presenten en diversos escenarios, nutriéndose con las diversas fuerzas sociales que las protagonizan, dándoles direccionalidad y coherencia a su accionar con miras a establecer una nueva mayoría en el país.
Las Candidaturas Únicas han de ser el resultado de eso, del establecimiento de un Programa Alternativo de Cambio y de un Plan de Luchas, en el que se incorporen todas las fuerzas sociales y políticas de la forma más amplia e inclusiva posible, abriendo espacio a los desprendimientos que se están produciendo en el régimen despótico, bajo la premisa de construir un nuevo poder democrático y popular. Las candidaturas, más que ser el resultado de componendas, o de la imposición partidista (bajo el criterio que sea; cuantía de los votos en comicios anteriores o sumatoria de organizaciones partidistas), deben ser el reconocimiento de la coyuntura política que vivimos, así como de la construcción de los instrumentos a los que he hecho referencia.
Venezuela necesita un nuevo liderazgo y eso sólo será posible si se actúa con desprendimiento, entendiendo que todas las fuerzas políticas, independientemente del tamaño de su militancia o del número de votos conseguidos en eventos pasados es importante, es fundamental, en la lucha por una nueva democracia, comprendiendo que es necesario involucrar a todos los sectores sociales y a los independientes en esta gran cruzada por la patria. Si eso se entiende, el método para la escogencia de los candidatos será un elemento accesorio. Unidad para ganar los concejos municipales, la asamblea nacional y frenar al gobierno militar.

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